A pesar de la tormenta que descargaba con fuerza sobre Valencia, veinte tertulianos se dieron cita a las 19 horas del jueves 8 de mayo en su ‘casa’ del séptimo piso del Ateneo Mercantil de Valencia. Una nueva convocatoria de los Jueves Taurinos servía esta vez para rendir homenaje a Joselito El Gallo, el rey de los toreros, nacido el 8 de mayo de 1895 en Gelves.
Nicasio Jiménez fue el encargado de abrir la sesión, saludando a los asistentes y excusando la ausencia de Paco Roger por motivos de salud. Informó, además, de varias novedades: la incorporación de las tertulias grabadas al canal de Youtube, la agilización de convocatorias para la próxima temporada, la posibilidad de ver retransmisiones taurinas en la Sala de la Tertulia, y los festejos previstos para el fin de semana en la Plaza de Toros de Valencia: novillada sin picadores el viernes 9, novillada picada el sábado 10 y festival benéfico el domingo 11.
Nicasio dio inicio al homenaje al pequeño de los Gallo, una vida corta con leyenda interminable. Destacó la íntima conexión entre la vida y la muerte en el toreo, y el misterioso imán que une al torero con la muerte.
Salvador Chapa tomó la palabra para advertir que resulta imposible aproximarse a la figura histórica de Joselito sin adentrarse en el mito y la idealización. Reflexionó sobre la influencia que ejerció Joselito, y su cuñado, en la afición taurina de los escritores de la Generación del 27. Como ejemplo, leyó la Elegía a Joselito de Gerardo Diego, las Seguidillas toreras de Bergamín y el romance recitado por El Ciego en El torero más valiente, tragedia española de Miguel Hernández.
En un salto al pasado, recordó que los niños sevillanos Limeño y Gallito debutaron en Valencia en una becerrada el 5 de mayo de 1910. Según relató el diario El Pueblo, su actuación “produjo en la concurrencia una verdadera locura, hasta el extremo de que fue sacado en hombros de la plaza, llevándolo de esta forma hasta el hotel de Cuatro Naciones, donde se hospeda”.
Como colofón, Salvador recitó emocionado la copla entonada en la madrugá de 1921:
Ven pasajero, dobla la rodilla,
que en la Semana Santa de Sevilla,
porque ha muerto José, este año estrena
lágrimas de verdad la Macarena
A continuación, Nicasio declamó con sentida pasión dos poemas dedicados a la tragedia ocurrida el 16 de mayo en Talavera de la Reina. Su intervención sirvió de prólogo a Álvaro Meseguer, que, junto a Lucas Piquer, alternó el uso de la palabra para construir un homenaje dinámico y ameno, bien acogido entre los asistentes.
Álvaro expuso que, tras la retirada de Lagartijo, Frascuelo y Guerrita, el panorama taurino quedó en manos de Machaquito y, especialmente, Bombita, a quien Joselito relegó en pocos años para inaugurar la edad de oro del toreo.
Por su parte, Lucas Piquer afirmó que la figura de Joselito es esencial para entender la tauromaquia moderna. Desde sus inicios como becerrista en la placita de tientas de la Huerta del Algarrobo —guiado por su padre y su tío—, demostró una inteligencia natural para entender a los toros, tanto que Eduardo Miura llegó a decir: “parece que le ha parido una vaca”.
Con apenas 12 años debutó en Jerez y, a los 14, ya gestionaba las cuentas de su cuadrilla. Su carrera de novillero fue meteórica, tomando la alternativa el 28 de septiembre de 1912. Joselito y su familia gozaban de gran popularidad en Valencia, donde debutó en 1910 y fue muy querido desde entonces. Toreó en el coso de Monleón 51 corridas, 11 novilladas y 8 festivales. Se encerró con toros del Marqués de Guadalest en 1913, de Contreras en 1914 y de Miura en 1915. La encerrona con toros de Palha no se pudo celebrar por la gripe de 1918. Además, protagonizó tres mano a mano con Belmonte.
Álvaro retomó la palabra para desarrollar su brillante exposición sobre la historia de la Monumental de Sevilla, cuyo proyecto comenzó a gestarse en 1909 en el contexto de los preparativos de la Exposición Iberoamericana de 1929. Ya entonces se promovía el fomento de nuevas plazas de toros.
Joselito quiso engrandecer la tauromaquia y consolidar a Sevilla como su capital. Se unió al arquitecto Francisco Urcola para construir la Monumental con 23.055 localidades, inaugurada en 1918 con dos llenos absolutos: el 15 de septiembre con Ignacio Sánchez Mejías, y el 30 con la despedida de Rafael El Gallo.
Desde el inicio, el proyecto sufrió la férrea oposición de la aristocracia de La Maestranza, que en 1915 construyó nuevos tendidos y, en 1918, programó una larga temporada para competir con la nueva plaza. En 1920, Salgueiro gestionó ambas plazas. Tras dos pruebas de carga en 1917 y 1918, en 1921 aparecieron grietas en los pilares, lo que motivó su clausura por riesgo de derrumbe. No obstante, Álvaro presentó con rigor el estudio de Julio y Fidel Carrasco (Plaza de Toros Monumental de Sevilla. La dignidad de un proyecto), que cuestiona esta versión oficial.
Mencionó también la ley del descanso dominical de 1903, que pudo haber supuesto un duro golpe para la tauromaquia, pero que fue revocada en 1905. Ese mismo año nació la Unión de Criadores de Toros de Lidia, impulsando la reforma de las puyas y el apoyo a las ganaderías. Fue una época de toros grandes, cebados y sacados de tipo.
Joselito se acercó al mundo ganadero, toreó de muleta en las tientas y promovió el uso del peto en los caballos. El 3 de julio de 1914 se encerró con toros de Martínez en Madrid, triunfando con su toreo en redondo. El 19 de marzo de 1917, en Barcelona, giró la muñeca al pasar el toro, algo que entendieron sus compañeros, pero no los periodistas.
En su última intervención, Lucas Piquer sostuvo que Joselito no solo cambia la técnica: cambia el toro. Es él quien elige el tipo de toro con el que quiere dominar. Los toros de Martínez, de casta Jijona en Colmenar Viejo, fueron cruzados con Vistahermosa (Diano), línea que definiría el toro moderno, aunque reduciendo la variedad genética de la cabaña brava.
Belmonte torearía precisamente los toros que Joselito había ayudado a diseñar orientando a los ganaderos. Aunque participaba en las fiestas, el hijo de doña Gabriela nunca fue aceptado por la aristocracia ganadera.
Álvaro cerró la ronda de intervenciones destacando que hablamos de un toro nuevo y una forma nueva de torear: los pases en redondo, la transformación de las ganaderías y el cambio en la sociología taurina.
Como broche final, Nicasio recitó con fuerza los poemas Acariciando la muerte, Joselito y Belmonte, y también Blanquet, de Rafael Duyos.
Vicente Iborra leyó la histórica crónica de Gregorio Corrochano sobre la corrida de Talavera de la Reina. Rafael Roca evocó el pasodoble Pobrecito Joselito, con letra de Muñoz Seca, y Óscar compartió anécdotas y detalles sobre la tragedia y muerte de Joselito.
Y, como manda la tradición, Nicasio cerró la tertulia recitando su poema Lecciones de maestría, dedicado a Israel Guirao.
Salvador Chapa


